Ejes institucionales

Ejes de la propuesta

Para garantizar que el cuidado y el acompañamiento sean integrales y estén dados en clave de derechos, entrelazamos la propuesta del CEC con cuatro ejes: comunidad, cuidado en clave de derechos, educación, interioridad. A continuación, describimos cada uno de ellos.

Comunidad

La comunidad es nuestra forma de comprender y vivir la grupalidad, es parte de nuestra esencia. Como seres humanos, maristas y cristianos, hemos aprendido que la mejor forma de caminar es como hermanos y hermanas. Somos parte de una Gran Comunidad, formada por los NNAJ que participan en las propuestas del centro educativo comunitario, por sus familias, por los educadores y educadoras (remunerados y voluntarios) que trabajamos allí
cotidianamente, por los Maristas de Champagnat (Hermanos y laicos), por las y los vecinos y referentes institucionales de la zona del kilómetro 16 y por la Iglesia Católica. Buscamos que todos los grupos que se forman en cada propuesta del CEC puedan recorrer un proceso en el que vivan y aprecien rasgos comunitarios y puedan sentirse parte activa de esta comunidad. Para eso, nos encontramos de forma sencilla y genuina desde la vida compartida, reconociendo distintos roles y valorando especialmente la horizontalidad en el encuentro, en el que siempre tenemos la oportunidad de disfrutar y aprender. Confiamos en que siendo comunidad podemos acompañar, cuidar y potenciar la vida de todos y todas con un mayor grado de integralidad y calidad, aportando y al mismo tiempo aprendiendo de las y los demás.

Al trabajar desde la vida y para la vida, somos conscientes de su complejidad y su inabarcabilidad. Por eso, entre todos y todas decidimos hacia dónde caminar, cómo hacerlo y dónde colocar nuestras fuerzas, que son limitadas, confiando siempre en que la única forma de llegar es juntas y juntos, respetando los procesos personales y grupales.
Nos esforzamos cotidianamente por ser un Hogar de puertas abiertas, en el que toda persona que llegue tenga un lugar en la mesa para compartir la vida. Responsablemente y a conciencia, sabemos que el acompañamiento que podemos dar es distinto según cada persona, grupo o dimensión, por lo cual trabajamos en red para sumar a otros en esta responsabilidad, reconociendo nuestros límites.

Desde esa gran comunidad buscamos fortalecer cada pequeña comunidad que la compone. Trabajamos para generar comunidad dentro del Hogar, entre educadores, educadoras, NNAJ y sus familias. Siendo y viviendo comunidad, podemos salir a ser y vivir comunidad fuera. La comunidad de educadoras y educadores (remunerados y voluntarios) que acompaña y cuida, con profesionalismo y vocación, la vida en abundancia de la zona del km 16, cree que la forma de hacerlo es construyendo comunidad, una comunidad que respete las responsabilidades laborales con el cuidado de cada uno y cada una, y que invite a ir un poco más, a poner el cuerpo, el alma y la propia vida en juego, sintiendo que si queremos acompañar y cuidar la vida en el sentido más profundo, la forma de hacerlo es abriéndonos también a ser acompañados y cuidados.

Cuidado en clave de derechos

En la palabra cuidado identificamos la potencia de nuestra tarea en la tierra sagrada del kilómetro 16. Nos sentimos convocados y convocadas a acompañar, potenciar y cuidar la vida de los NNAJ, sus familias, los y las educadoras y la de todas las personas que conformamos esta comunidad educativa.

Nos encontramos con esta vida que reclama ser cuidada en situaciones, muchas veces, de extrema vulneración, condicionadas por el contexto empobrecido, fruto de las diversas violencias que se expresan cotidianamente. Reconocemos el lugar de protagonismo y participación de los NNAJ y sus familias en nuestra propuesta; al mismo tiempo elegimos construir entre todos y todas una comunidad del cuidado.
Nuestro proyecto tiene sentido desde la importancia de reconocer y visibilizar que cuidar a quienes cuidan, además de ser un acto de amor y responsabilidad, también se relaciona con tener las herramientas necesarias para el encuentro cotidiano con el dolor de otras personas. Trabajar el crecimiento emocional y espiritual de quienes acompañamos estas vidas fortalece nuestra capacidad de cuidado y de empatía.

A su vez, como equipo de trabajo, consideramos fundamental la profesionalización de saberes específicos que colaboren en que la detección de situaciones de extrema vulnerabilidad y la subsiguiente intervención se den siempre en clave de la defensa de los derechos de NNAJ. Decidimos acompañar este dolor mediante estrategias de prevención y de intervención a través de procesos de reparación del daño y de restitución de los derechos vulnerados. Reconocemos la importancia de respetar los procesos de cada NNAJ para actuar y cuidar, en diferentes tipos de situaciones, de la forma más coherente, integral y eficaz posible acorde a cada caso.

Desde el CEC Hogar Marista promovemos el encuentro intencionado con los NNAJ y sus familias, generando vínculos cercanos y de confianza. En grupos o de forma personal, propiciamos espacios de escucha donde compartimos la vida, con sus alegrías y dolores, con sus esperanzas y límites, buscando de forma conjunta estrategias para superarnos. Como comunidad del cuidado, en el proceso de cuidar, potenciar y acompañar la vida de los NNAJ y sus familias, entendemos que es de vital importancia el cuidado de nuestra casa común (considerada en el sentido de la Encíclica Laudato Sí), nuestros espacios del Hogar Marista, los espacios del barrio y los materiales que utilizamos. Reconocemos en el cuidado del contexto, el cuidado de las personas que lo habitamos y disfrutamos, y así buscamos
conectar con la tierra y todos los que la habitamos; cuidando los recursos naturales y siendo conscientes de que somos parte del todo.

Este proceso de cuidar es intencionado y nos conecta con nosotros mismos, con otras personas y con el entorno. Entendemos que, para ello, es esencial generar herramientas que nos permitan estar atentos a la realidad, indignarnos frente al descuido y tener la fortaleza para intervenir responsable y éticamente. Este proceso nos invita a vivir desde las experiencias vitales de Jesús, María y Marcelino.

Entre todos los que formamos esta comunidad del cuidado estamos atentos a los demás, vamos juntos, nos acompañamos, nos comunicamos cuando estamos mal o cuando dejamos de participar de una propuesta, nos encontramos en las casas de los NNAJ y el barrio, curamos a alguien si se lastima, compartimos la comida, jugamos, nos decimos cuando nos equivocamos, nos prestamos ropa, un abrigo. Y así cuidándonos, transformamos al Hogar
Marista en nuestra casa.

Educación

La educación en el Hogar Marista busca fortalecer el desarrollo integral de los NNAJ, desarrollando herramientas y habilidades para una vida plena y feliz en comunidad, aprendiendo a estar y ser con otros.

Se trata de nuestra herramienta primordial para el logro de los objetivos que nos proponemos. Confiamos en la educación como transformadora y liberadora para acompañar el proceso de construcción del proyecto de vida de cada NNAJ en conjunto con su familia y el contexto.
Elegimos que todos nuestros actos, desde el más concreto hasta el más genérico, sean actos educativos: que tengan una intencionalidad clara, explícita y consciente, y que al mismo tiempo respeten y potencien siempre al NNAJ como sujeto de derechos, como un ser único e integral.

Buscamos recrear las propuestas, no dejarnos atrapar por la rutina y animarnos a imaginar y soñar, teniendo como objetivo acompañar la dinámica creadora de la vida. Para ello, dedicamos tiempo a pensar y cuestionar nuestras prácticas, explicitando los objetivos en concordancia con los ejes del centro educativo. Reconocemos y valoramos la historia que venimos construyendo, nuestro patrimonio, y asimismo nos proponemos cuestionar cotidianamente nuestras prácticas educativas y formarnos en ese proceso. Trabajamos en clave de derechos para que cada NNAJ se reconozca como sujeto de derechos. Buscamos que todas y todos puedan conocer, vivenciar y disfrutar de sus
derechos, y generamos herramientas para el fortalecimiento de su goce y la denuncia en caso de su vulneración.

Cada NNAJ es protagonista en sus procesos y tiene la capacidad para transformar la propuesta y construir cómo estar en ella desde una mirada crítica, transformadora y abierta al cambio. Nos proponemos también que las habilidades trabajadas le permitan construirse como protagonista en los distintos lugares que habita (escuela, liceo, UTU, universidad, barrio, familia). En ese proceso progresivo de toma de conciencia y empoderamiento, de apropiación de sus construcciones, entendemos que es fundamental trabajar para ser feliz, disfrutando, evaluando y celebrando cada etapa, con sus errores y aciertos. Algunas de las habilidades en las que trabajamos cotidianamente y que nuestra propuesta educativa apunta a fortalecer son: la empatía, la autoestima (buscando un conocimiento y
cuidado de uno mismo), el cuidado, la expresión (con énfasis en los sentimientos y las emociones), la apertura a lo diverso, la asertividad, la toma responsable de decisiones, el sentido crítico, la interacción, la autonomía progresiva, la creación, la actitud de servicio, la concentración, el silencio y la contemplación.

Considerando el contexto en el cual estamos insertos, hacemos especial hincapié en que el desarrollo de ese conjunto de habilidades permita promover el autocuidado. Creemos, de hecho, que desarrollar dichas habilidades ayuda a prevenir las diferentes formas de violencia de las que son víctimas los NNAJ y las familias de la zona. A su vez, favorecen la resolución de conflictos a través del diálogo, el respeto y la búsqueda de alternativas no violentas. Con modos inspirados en Marcelino, asumimos un estilo educativo basado en la sencillez, la presencia, la cercanía y la ternura en el vínculo.

Interioridad

Comprendemos que la interioridad es una dimensión inherente a todos los seres humanos y que no existe una única forma o expresión para vivirla y celebrarla. Reconocemos la riqueza que existe en las grandes tradiciones sagradas, tanto como en aquellas nuevas formas de espiritualidad que surgen en este tiempo y que buscan conectar a las personas con lo más hondo y genuino de su ser, abriéndose a lo trascendental.
Valoramos esta riqueza que existe en la humanidad y dialogamos con ella desde nuestra identidad creyente, que nos reconoce como discípulos y discípulas de Jesús de Nazaret, nuestro Maestro, y como parte de la Iglesia Católica, comunidad creyente de quienes compartimos esta misma fe, con la certeza de que el mensaje de Jesús es sencillo, vigente y potente.
Nos apasionan los gestos de cuidado que nos enseña Jesús y reconocemos en cada uno de sus encuentros, ya sea con los demás, con Él mismo y con Dios, infinitas posibilidades de aprendizajes. Nos sentimos cuidados y acompañados por el Dios de la vida, caminando junto a nosotros y nosotras, estando presente en todo momento, disfrutando de nuestras alegrías y sosteniéndonos en las tristezas.

En María descubrimos la valentía para recibir lo inesperado y salir al encuentro, la sencillez para disfrutar y atesorar lo pequeño, frágil y cotidiano, encontrando allí también lo sagrado, la profundidad de su vínculo con Dios y especialmente la confianza y la esperanza en la vida frente a las injusticias, abrazando sus dolores y muertes. Y así, con su nombre en el nuestro, ponemos nuestra vida en su regazo de madre y buscamos que nuestros modos se parezcan a los de ella.

Vemos en el trabajo vivencial de la espiritualidad una enorme potencialidad que muchas veces va a contramano de los tiempos y modos a los que nos invita el sistema y el contexto en estos tiempos. Frente a esto, nos proponemos cultivar habilidades que nos permitan una mayor sensibilidad para descubrir y potenciar nuestra interioridad. Frenar, respirar, sentir, conectar con lo esencial, con lo íntimo, narrarnos, resignificar, celebrar y disfrutar de lo sencillo. Buscamos, en cada proceso individual y comunitario, invitar a vivir experiencias fundantes y sagradas, y abrir nuestros sentidos para reconocer también lo sagrado y fundante en lo cotidiano, siempre desde el cuidado, el respeto y la confianza. Somos conscientes de que la interioridad es inabarcable por completo y que, por lo tanto, las formas de acercarnos a ella deben ser especialmente diversas. Buscamos intencionadamente a través del arte, del trabajo en la tierra, de la música, la literatura, la contemplación y la lectura de la Biblia, conectar con nuestros sueños, miedos, sentimientos, historia, creencias, experiencias emotivas, heridas, motivaciones profundas y vínculos. Propiciamos espacios de encuentro con uno mismo y comunitarios, donde conectar con nuestros sentires, valorando la fuerza de la vida. Trabajamos cotidianamente para que esta dimensión nutra y transversalice cada propuesta.

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